Sobre Antonio Padrón Toro

 Artículos y Ensayos: 1989-2000

Antonio Padrón Toro


"La fotografía tuvo la virtud o la magia 

de dar a conocer a la humanidad, tal cual era y desde allí se inició el proceso de comprender y comparar a las sociedades".

 "Hoy las imágenes, sea cual fuere su género o soporte, conforman la memoria de la humanidad". 


 





¿COLECCIONISTA O CRONISTA de la fotografía?

Yo no soy coleccionista de fotografía ni soy crítico fotográfico, soy investigador. Mí labor como coleccionista está vinculada a una época. Hace treinta años contactaba a la gente, a un fotógrafo, a una colección, iba al interior del país, preguntaba por una fotografía, así me fui involucrando. Mí colección de fotografías procede en un 95% de gente que no tiene a quien dejársela y me las ha dado. Creo que tengo entre un 60% y 70% de imágenes que tienen que ver con la historia de Caracas. Esta colección está registrada en el Museo Virtual de América Latina y el Caribe, organizada alfabeticamente por autor y por tema en el caso de Caracas y del Cojo Ilustrado. Como soy periodista me considero más bien un cronista de la fotografía. Hacer una investigación, saber sobre un tema fotográfico, conocer al artista, hacerle la crónica de su vida y su obra, esa es la labor del cronista, sin meterse en el juicio estético. El postgrado en Historia de Venezuela me permitió tener una base metodológica para abordar mis investigaciones. Publiqué más de 300 y 400 artículos sobre fotografía en periódicos locales.

UNA CÁMARA DE CAJÓN, los inicios de un aficionado

Tuve una influencia muy cercana de Alfredo Boulton que era mí padrino y mí padre Julián Padrón que era escritor, ellos dos eran muy amigos, se tomaban fotografías mutuamente. Recuerdo que a los 6 u 8 años me regalaron mi primera cámara, una camarita “de cajón” como se llamaba en esa época. Fui un fotógrafo aficionado, nunca viví de la fotografía ni del periodismo, me gradué de Periodismo porque era lo que más se acercaba a mis inquietudes culturales y literarias.

EL CUATRICENTENARIO DE CARACAS: una gran experiencia

Mi primer trabajo fue de Secretario General de la Comisión para el Cuatricentenario de Caracas. Fue una gran experiencia que me acercó mucho a la fotografía, a la historia y a los coleccionistas. Tuve la 
oportunidad de compartir durante cinco años con intelectuales, investigadores, historiadores con los cuales se hizo una labor extraordinaria, se editaron publicaciones, se organizaron exposiciones, se trató de recopilar colecciones de fotografías de Caracas, eso me ayudó a conocer el material. Luego trabajé en el Consejo Nacional de la Cultura como director de publicaciones del Centro Rómulo Gallegos y después como Director de Información.

LA CAMPAÑA EDUCATIVA DEL Metro de Caracas

Trabajé en la realización de la campaña educativa del Metro de Caracas. Coincidió con mis estudios de periodismo, mí Tesis de Grado fue sobre la imagen y el nivel de información que se tenía en Caracas sobre el metro. Los resultados fueron fantásticos, la Tesis comprobó la falta de información que existía porque el caraqueño no tenía ninguna experiencia en ferrocarriles y mucho menos tenía idea de lo que era el Metro.
Esa investigación sirvió de base para la realización de una campaña pedagógica y educativa que se impartió en los liceos y escuelas que estaban cercanas a las estaciones del metro, sobre todo a la primera línea inaugurada en 1983. La campaña se hizo año y medio antes de la puesta en funcionamiento del servicio. Se educó a los maestros, se diseñaron folletos educativos para los niños, se imprimieron boletos y en los últimos seis meses cuando los vagones comenzaron a circular se invitó a grupos de niños a visitar las instalaciones.


LA INMEDIATEZ DE LA fotografía actual

La inmediatez que caracteriza a la fotografía actual la ha hecho más vulnerable. La tecnología nos da más oportunidad de utilizar nuestro criterio y capacidad selectiva para desechar, ha debilitado nuestra capacidad de valorar la fotografía como documento histórico, como memoria. Pienso que la fotografía se está jugando mucho con la digitalización, en las subastas los familiares de los fotógrafos al vender la fotografía rompen los negativos para evitar que puedan ser digitalizados. Hoy día la fotografía para que tenga valor tiene que estar firmada, tiene que estar indicado quien la reveló, en que fecha y cuantas copias se hicieron. Anteriormente el negativo era el original, al romper el negativo la copia se transforma en el original autenticado.

VALORAR LA FOTOGRAFÍA como documento histórico

La fotografía tiene para mí un valor como documento histórico, como memoria del país. Tengo 70 años, estoy luchando por terminar mis investigaciones y publicarlas como materiales que puedan ser útiles para el estudio de la fotografía. Tengo la capacidad de identificar una foto por los automoviles, por la placa, la moda, los cables de luz, los edificios, etc.

MEMORIA fotográfica

La imagen fotográfica es una cosa muy efímera, tiene poco valor. Una prueba de ello es que hace 162 años que existe la fotografía y es recientemente cuando tenemos un Museo de la Fotografía en Venezuela. ¿Por qué las fotografías se desechan con tanta facilidad? Porque requieren de un espacio, unas condiciones atmosféricas para su conservación y un equipo de personas que se dedique a seleccionar, clasificar y digitalizar. ¿Quién lo hace? Nadie. Instituciones públicas y privadas, por ejemplo periódicos que existen hace más de cincuenta años, tienen pisos llenos de archivos metálicos repletos de fotografías que uno podría calcular en alrededor de quince millones. El día que tienen que mudarse optan por desecharlas, porque no les interesa o no tienen los recursos para mantener un archivo histórico. Multiplica eso por las colecciones privadas y lo llevas al máximo, pensemos en un fotógrafo retirado que ya no vive de eso. Es muy díficil...

INSTITUCIONES y colecciones

Realmente son pocas las instituciones museísticas que tienen colección fotográfica, puedo mencionar el Museo de Bellas Artes, la Galería de Arte Nacional, el Museo de Arte Contemporáneo, son las que recuerdo en este momento. La mejor colección fotográfica la tiene la Biblioteca Nacional. Una política de digitalización de colecciones como la que se lleva a cabo actualmente a través del Museo Virtual de América Latina y el Caribe, permite conservar los materiales originales y a la vez difundirlos. Tuve la oportunidad de asistir a Congresos de Fotografía Latinoamericana, hay tres países que están muy interesados en reconstruir su historia de la fotografía: México, Brasil y Argentina.

LA FOTOGRAFÍA es la memoria del país

¿Por qué no convencer a la gente de conservar sus fotografías? Apliqué el criterio de incentivar a la gente a cambiar la caja de zapatos donde generalmente guarda las fotografías familiares por un sobre, a aislar los negativos, a no pegarlas en los álbumes porque los químicos deterioran la imagen fotográfica, etc. Que la gente conserve sus fotografías, es importante, es la memoria del país.

Promover virtualmente y digitalmente el patrimonio que tenemos para crear consciencia sobre la fotografía como documento histórico, promover la publicación de libros sobre Historia de la Fotografía, porque cada vez son menos quienes se interesan por la investigación es parte de la tarea. La fotografía es la memoria del país vamos a cuidarla y lo que tenemos vamos a tratar de divulgarlo porque contamos con recursos tecnológicos que hacen 20 años no existían.







HENRIQUE AVRIL, el primero HENRIQUE AVRIL, el primero


 HENRIQUE AVRIL, el primero

Coíncidencialmente, Henrique Avril, de origen barinés moriría el 27 de junio de 1950, hoy día del periodista. Alí Brett Martínez lo bautizó el fotógrafo de "Una Venezuela sedienta, plagada de hambre, retrató la guerra libertadora". (15) Eso es cierto por la época de su trabajo fotográfico y reproducidas continuamente en El Cojo Ilustrado desde 1892 hasta 1915. Poco se sabe de Avril, pero siguiendo las huellas de sus fotografías pudo darse el lujo de recorrer muy especialmente el Oriente del país, desde Río Chico hasta Río Caribe, pasando por Barcelona de donde era su esposa María Lourdes Ugueto. Güíria, Irapa, Minas de Naricual, Aragua de Barcelona, Carúpano en donde seguramente lideriza el "Club de Daguerre" entre 1896 y 1898, formado por Domingo Lucca Rodríguez, Luis Carbonell y Rafael Requena González, registrada en una excursión a Carúpano arriba. (16)

La Venezuela de Avril -personajes, paisajes y costumbres- es una Venezuela tranquila, pacífica, familiar, con sus limitaciones. Muy esperanzadora, a la espera de algo mejor, Avril logra congelar al retrato de la Venezuela pre-petrolera, como hizo el hijo de Lessmann con la Caracas post-guzmancista. Para citar a los pioneros gráficos más resaltantes ni Lessmann, ni Avril, ni Manrique, ni más tarde Luis Felipe Toro, pioneros en El Cojo Ilustrado (17) tenían la inquietud de asumir la responsabilidad de plasmar el momento anticipado a la significación del hecho noticioso, del impacto, de la acción. En realidad no lo hicieron ni lo sintieron, ni mucho menos sucedió en el acontecer venezolano.

Nuestra llamada "revolución libertadora" -1902- sin deseos de comparar -no tuvo nada que ver con la guerra de secesión de los Estados Unidos, qué dio pie a un extraordinario exponente y tal vez el primer reportero de guerra, Mathew Brady que hizo tan famoso el retrato de Abraham Lincoln, que lo ayudo a ganar las elecciones y a crearle una imagen afable ante la ruda personalidad divulgada por la prensa escrita. (18)

Rompiendo mitos fotográficos

Además de los citados fotógrafos, fueron muchos los que acudieron a la invitación de El Cojo Ilustrado, simplemente para plasmar sus recorridos, que hoy indudablemente son documentos y memoria histórica de esa Venezuela añorada de finales de siglo XIX, esa Venezuela que a muy pocos hoy les interesa recordar -la mayoría, fotógrafos aficionados de la "KODAK" o de la "BOLÍVAR"-; la cámara de aquella época. Entre otros vale la pena citar: Guinán Contreras Duque en Porlamar; los hermanos González en Aragua; Ascensión Molero en Villa de Cura; Monasterios, del Ferrocarril de Valencia junto con Eduardo Schaell; Navarro con los Carnavales de Caracas; Santo Palazzi en Guayana, el oro y diamante de José Fajardo Alcalá y Ramón Solorzano Gómez, Berti en Puerto Nutrias, Carlos Rotundo, Víctor Vicente Maldonado en La Victoria. Los primeros fotógrafos sociales: en Caracas capitaneados por Pedro Ignacio Manrique, quién solo, es un capítulo de la historia de la fotografía venezolana, seguido por su hijo Pedro Antonio además de Eduardo Rohl, J.M. Chirinos, A. Guerra Toro y Ramírez. Lo cierto es que ni el hijo de Lessmann, ni Henrique Avril fueron los primeros reporteros gráficos, si se les debe identificar como documentalistas fotográficos, o "los primeros fotógrafos de la prensa", pero: ni El Cojo Ilustrado ni ellos estaban conscientes de esa responsabilidad o tal vez Venezuela no representaba aun, el testimonio o la necesidad de grabar una denuncia social, política o económica. 

Para la época de El Cojo Ilustrado la verdadera noticia o momento fotográfico que tardaba quince días en llegarle al público, fue la portada del 1ero de marzo de 1909 bajo el título; "Arreglo de las Reclamaciones americanas" cuando se enfrenta nuestro Canciller Francisco González Guinán al Embajador norteamericano Buchanan, foto atribuida a Servio Tulio Baralt. Sin embargo sin ser amarillistas, fueron más periodísticos los reportajes fotográficos de los terremotos,  las inundaciones, la llegada de los restos de Bartolomé Salom… pero será otra historia más larga de contar.

El momento 

Tal vez, Manuel Socorro el primer fotógrafo de "El Nacional", lo pudo iniciar en 1943. Los del 27 de febrero de 1989 si lo sintieron en cuerpo, alma y profesionalismo.

El momento es apropiado para recordar a los fundadores del Círculo de Reporteros Gráficos, a quienes le debemos un sincero y efectivo homenaje, hablamos de Juan Avilan, Jaime Albánez, Luis Noguera, Edmundo "Gordo" Pérez y Emilio Ugueto quienes en 1943 fundarían la primera asociación de fotógrafos de prensa en Caracas.

Hay que decirlo y reconocerlo, así como la fotografía sigue siendo una especie de hermana pobre de las artes y por supuesto, por ser la más joven, la más polémica y confrontada, la más sufrida y olvidada. Tal vez con cierta razón al recordar que apenas hoy cumple 150 años frente a los siglos que tienen sus hermanas mayores, porque la pintura, la música y la literatura nacen junto al hombre, en aquellas cuevas de Lescou donde se inició el desesperado deseo de este por comunicar sus necesidades, sus dolores, sus afectos e inicia entonces, la muestra de los símbolos e iconos primitivos que hoy sigue recordando la humanidad.

Para ellos, miles detrás junto a las cámaras de la prensa, el cine y la televisión, nos permitiremos hacer un recuerdo y un homenaje ante la realidad de su importancia.

La imagen de Héctor Rondón

Un instante, la previsión del segundo que sigue al hecho, saber poder captar esa carga informativa en una imagen que en minutos recorrerá el globo terráqueo para contarle a la humanidad lo que está pasando en el mundo.

Eso logró Héctor Rondón en el escenario de “El Porteñazo”, donde pudo romper la barrera idiomática  e ideológica del mundo y dejar lo que aun hoy se recuerda en la angustia del Capellan, en el cuerpo descajado y herido de soldado, en la mirada aterrada de la espera del próximo disparo.







3. EL COJO ILUSTRADO, EL MAYOR RESERVORIO FOTOGRÁFICO DE VENEZUELA


3. EL COJO ILUSTRADO, EL MAYOR RESERVORIO FOTOGRÁFICO DE VENEZUELA Ventana a la Imagen (XIII) I Veintitrés años ininterrumpidos de aparición quincenal, a partir del 1° de enero de 1892 hasta el 15 de mayo de 1915. Quinientas quince entregas con más de diez mil imágenes. Único documento gráfico que puede dar a conocer la Venezuela de finales y primeros lustros del siglo XX. Aún por darse a conocer. Usado como referencia sin reconocimiento de sus créditos. Hacemos un catálogo razonado en busca de un editor. Antecedentes La posible hipótesis aún no confirmada de que "El Cojo Ilustrado" caraqueño fue un producto, una consecuencia, un sueño de continuidad de "El Zulia Ilustrado" de Maracaibo la queremos asentar y apoyar con algunos hechos y referencias, aunque aún no el Zulia se despidió ni El Cojo lo informa. Por anécdotas y hechos en la prensa y en el comercio se conocen las actividades de la empresa El Cojo desde 1884, asociada a dos labores pioneras industriales, el papel y el tabaco, lo que denotaba el establecimiento de una tienda o librería que ofrecía todo tipo de papeles, cuadernos, tintas y otros recursos para la industria gráfica que la convierten en una imprenta. Por otro lado, la oferta de un tabaco o cigarrillo cuyo emblema era "un cojo" con un cigarrillo que anunciaba su producto. Humanamente acoplamos a estas actividades a personajes como Valarino, el Cojo Manuel Echezuría y al caraqueño Jesús María Herrera Irigoyen. Del primero es muy poco lo que se conoce; del segundo, por una misma editorial y portada de "El Cojo Ilustrado" caraqueño, se sabe que fue el socio de Herrera Irigoyen, exitoso comerciante marabino y el artífice de "esta marca de fábrica tabaquera y editorial" en Caracas. El hecho es que El Zulia Ilustrado deja de publicarse en diciembre de 1891 y El Cojo Ilustrado caraqueño nace en enero de 1892. No puede ser una coincidencia sino una simple y planificada continuidad editorial, a pesar de no tener los documentos que lo comprueben hasta hoy. Una publicación tan seria y establecida, a partir del 1° de enero de 1892, no podía ser jamás concebida como un producto caprichoso ni político en apoyo de un líder venezolano o de una participación partidista, cuando su contenido, desde el primer número que marcó la pauta de sus 23 años de trayectoria cultural, plástica, científica, literaria, amena, universal y por supuesto de complacencia gubernamental pero no de compromiso político, generaron un aporte indiscutible, aunado a un progreso editorial universal apoyado por los recursos de la impresión industrial. Para la referencia que nos atañe, la significación de El Cojo Ilustrado a nivel fotográfico es el retrato de esa Venezuela de los finales del siglo XIX y principios del siglo XX, es decir, entre 1892, cuando Venezuela surge con el triunfo de un personaje de carrera política y bélica como el General Joaquín Crespo y su revolución legalista, continuadora de la herencia de Antonio Guzmán Blanco de la que quiso culminar con un hecho tan notorio para toda la humanidad, como lo fue la Primera Guerra Mundial de 1914. Los colaboradores nacionales de la publicación, que la historia llama los herederos intelectuales de Guzmán Blanco y que conformaron una generación literaria y artística, ajenos al proceso político y bélico del país, escondidos bajo su propia creatividad cultural amparados siempre por la dominante figura de su editor Herrera Irigoyen, quien fue apenas acompañado de personalidades como la de sus co-editores Manuel Revenga y Eugenio Méndez y Mendoza que aupaban las intenciones plásticas de su editor y que llenaban las páginas de la revista con la participación universal de artistas reconocidos. No se pueden poner en duda, las relaciones intelectuales y artísticas de Herrera Irigoyen al lograr el apoyo creativo de resaltantes figuras del mundo cultural para su revista. Tampoco se puede poner en duda su interés por la participación en la parte gráfica plástica y fotográfica, para darle la oportunidad al venezolano de estar al tanto del acontecer cultural universal. El Cojo Ilustrado, desde su primer número en 1892, invitó a todos los venezolanos para que enviaran sus fotografías a la revista y fueran adornándola con las imágenes más heterogéneas de los aconteceres del país y que hoy día conforman una visión real de lo que fuimos durante esos 23 años donde no ponemos en duda obedecía a un simple y llano interés por darnos a conocer, fuera de aquellas ilustraciones que podían tener un disimulado sentido comercial y que afortunadamente, hoy día son documentos indiscutibles y originales. Atrevidamente, porque aún merece un trabajo muy analítico, la riqueza fotográfica regional de "El Cojo Ilustrado", que abarca todo lo que pudiera llamarse "el país nacional" y puede alcanzar a más de seis mil imágenes. Temáticamente la revista incluye los retratos de todos los personajes que aportaban algo al país, dominando los gobernantes, los políticos, los militares activos y no activos, los diplomáticos, los artistas plásticos, literarios, musicales, los visitantes notorios; los profesionales de la medicina, del derecho y de la ingeniería; la gente representativa de la sociedad y del comercio, así como las bellezas del país aupadas por una manifestación tan frívola como los carnavales y el hipódromo, característicos de la recreación que podía disfrutar el ciudadano. Un general fotógrafo Así como los editores de la revista invitaban constantemente a sus colaboradores fotográficos, la publicación no acostumbraba a dar los créditos a sus autores y aquí hay que dar un espacio a un personaje muy característico de la época: general, poeta, político, académico y aspirante a la presidencia de la república como fue Pedro Arismendi Brito. Arismendi Brito fue colaborador constante de El Cojo Ilustrado. Para la aparición de la revista ya era un personaje con trayectoria política y literaria y consta que en sus años maduros de alguna forma aficionada se dedicó a la fotografía como en varias ocasiones lo refiere la misma publicación hasta innovar en la fotografía a color. El general aficionado ha debido ser el autor de muchos de estos retratos, por su vinculación directa con los personajes militares y gubernamentales y con el proceso cultural del país, como poeta y académico, sin desdeñar a los activos fotógrafos tanto nacionales y extranjeros practicantes en el país. La temática Además de los retratos, El Cojo Ilustrado insertó todas las temáticas que podrían atribuírsele a la actividad fotográfica, dada su generosa apertura, de manera que el paisaje urbano y rural, las actividades gremiales, académicas, escolares y deportivas, caseras, sociales, las obras del gobierno: puentes, hospitales, carreteras, iglesias, reproducción de obras de arte, esculturas públicas, escenas callejeras, playas y ríos, medios de comunicación destacando el ferrocarril, visitas diplomáticas civiles y militares de todo el país, porque además de Caracas, se cubrieron las principales ciudades y puertos: Maracaibo, Ciudad Bolívar, Carúpano, Puerto Cabello, La Guaira, así como los pueblos que ya estaban ofreciendo oportunidades de inversión minera, el exotismo de la naturaleza y de nuestros aborígenes. Otro tema lo constituyó el quincenario al incluir las primeras noticias gráficas de hechos noticiosos como las inundaciones y los terremotos, la firma de convenios, la inauguración, la apertura de servicios públicos, la gira de gobernantes. Y otro detalle innovador para el hecho fotográfico es haber sido la publicación, el patrocinador de concursos artísticos donde se haría referencia por primera vez al concepto de "fotografía artística". LEYENDA FOTOGRAFICA: La primera portada de El Cojo Ilustrado de Caracas (1 de enero de 1892 ) II Ventana a la Imagen (XIV) Iniciamos en la Ventana anterior los antecedentes y temas, de uno de los reservorios fotográficos de la ciudad más ricos, en lo que atañe a darnos a conocer la iconografía citadina como los personajes más trascendentales de su historia, política, ciencia y arte. Es indudable que la aparición de una publicación como "El Cojo Ilustrado” en Venezuela obedecía a una intención universal de expansión editorial. Las imprentas a vapor ya odian reproducir imágenes en base a la técnica del fotograbado, la "ilustración" francesa necesitaba promoverse a otras latitudes y de allí que a partir de 1880 este tipo de publicaciones se editarán en las metrópolis de todo el mundo. A nivel autoral, no sólo serán las figuras reconocidas del arte documental fotográfico como Henrique Avril, quien colaboró durante los 23 años de la revista y por eso se ganó el título del primer reportero gráfico venezolano. Los Lessmann que cubrieron el progreso urbano de Guzmán Blanco; Juan José Benzo entre esquinas y tiendas; Domingo R. Lucca con su Club Daguerre, Servio Tulio Baralt, quién cubrió magistralmente las festividades del centenario del 18 de abril de 1911; Jesús María Chirinos, inicia y propone valores estéticos a sus imágenes; Arturo Guerra Toro. Próspero Rey, hijo, Luis Felipe Toro, el afamado "Torito"; el estudio del retratista Pedro Antonio Manrique quien inicia la "fotografía artística” y su hijo con todos sus alumnos: Navarro, Básalo, Ramírez, Serrano, Amitesarove, O Brien y Miguel Pietri, el litógrafo y fotógrafo marabino Arturo Lares quien ya venía destacándose en el primogénito El Zulia Ilustrado. HENRIQUE AVRIL, La Estrella Uno de los fotógrafos más serios y dedicado profesionalmente a su trabajo como reportero gráfico, retratista y paisajista. Avril, de origen francés nacido en Barinas recorrerá con su cámara desde Coro hasta Carúpano donde fundará Junto a Domingo R. Lucca y Diego Carbonell, el Club Daguerre en 1896. Otro de los aportes noticiosos y originales de Avril fue captar una serie de imágenes que son los únicos documentos que reflejaron los estragos y consecuencias de la revolución legalista, sobretodo, en el oriente del país, material que le bastó para ganarse el título del primer reportero-gráfico de Venezuela, según la labor de su "padrino“: Alí Brett Martínez respaldado por Humberto Cuenca. Avril registra fotográficamente todo el nororiente: Rio Chico, Rio Caribe, Barcelona, Cumana, Maturín, se hace dueño de sus ríos como el Manzanares, sigue a los ingenieros y mineros de las minas de Naricual, refleja el interés agrícola de los grandes hacendados no ajenos de haber sufrido las devastaciones revolucionarias, gremios, artistas, su propia mujer de una belleza muy peculiar que siempre lo acompaña, será tema de muchas de sus fotografías, los indígenas, los personajes populares, las iglesias y calles comerciales van encerrando parte de un país que hoy día sería difícil de reconocer. Los aficionados del interior como Diego Carbonell y Rafael Requena en Carúpano, Solórzano Gómez, José Fajardo Alcalá en Ciudad Bolívar, Francisco Avendaño, Manuel Ignacio Baralt, Ernesto Ballestrini, Aquilino Brando, Berti, Contreras Luque, los hermanos González en Barquisimeto, José Vicente Gil, José María Tovar, Julio C. Soto, Sotillo Picornell, Rafael Segundo Sordo, Arturo Vial. Seguidores de la construcción del ferrocarril, símbolo del progreso industrial, como Eduardo Schael, Ernesto Guinand y Eugenio Smith. Los españoles Arturo Esperón y Víctor Amato, norteamericanos como A. Courvet y Delhom... Y así muchos otros. No puede dejarse pasar la participación fotográfica del exterior, donde El Cojo Ilustrado podía haber tenido muy buenas relaciones para incluir imágenes turísticas pero de extraordinaria significación hoy día como puede ser más de un centenar de panorámicas de París, Estambul, El Cairo, Puerto Rico, Beirut, Panamá, Trinidad, Buenos Aires, Santiago de Chile, La Habana, así como cientos de escenas de la Primera Guerra Mundial a las cuales dedicó enteramente sus espacios de los años 1914 y 1915, cuando tendrá que cerrar sus puertas. Un curioso concurso El año 1912 ocupará el interés de los editores de la revista para dedicarla a convocar un concurso de fotografía dedicado a los niños. En muchas de las entregas irán apareciendo las imágenes de profesionales y aficionados de todo el país. Y será Pedro Ignacio Manrique quien se ganará el concurso con un retrato de un niño desnudo: Inocente Palacios, el recién fallecido ingeniero, urbanismo, crítico y coleccionista de arte, hermano de la gran poeta Antonia Palacios. Otra actividad desarrollada por El Cojo Ilustrado para incentivar la actividad fotográfica, muy dedicada al retrato, fue la convocatoria a nivel nacional de las "bellezas" del país que también se iban reproduciendo en las quincenales entregas. Hoy día estas son y significan un extenso y representativo muestrario de lo que era la belleza de la venezolana que hoy día es tan obvia y universal. Además de su aporte gráfico, científico, artístico y literario, "El Cojo Ilustrado representaba en Venezuela el único medio cotidiano, aunque fuera quincenal, de la sociedad venezolana. Recordemos que aún era un país aislado geográficamente, el tren había sido un intento de penetración pero castrado por las deficiencias administrativas y las malversaciones de financiamiento extranjero con la ineficaz participación regional. El Cojo Ilustrado era una fantasía representativa de una minoría intelectual y económica, respondía, como habíamos dicho, a un intento universal de publicación aupada por las facilidades que ofrecía la imprenta y los recursos gráficos del medio tono; en el caso venezolano, más que todo, era un eco de la supuesta herencia del guzmancismo continuada por el crespismo -la publicación nace precisamente con la revolución legalista- y por un pequeño grupo que aspiraba una sociedad que no tenía que ver con la realidad, al menos la política y económica de un país que no planteaba un proyecto serio sino circunscrito a una visión intimista e inmediata de su bélica capacidad política. Valga la oportunidad para destacar actualmente el aporte de un editor como Don José Rivas Rivas (Historia Gráfica de Venezuela) quien en los setenta tuvo el gran acierto de hacer una edición facsimilar de la colección completa de El Cojo Ilustrado que ha dado oportunidad para que nuestra generación disfrute del valioso significado de esta publicación. Así como también el interés de la fundación capitaneada por Patricia Phelps de Cisneros quienes tuvieron la oportunidad de adquirir una serie de fotografías originales de la revista, que hoy son piezas únicas y que afortunadamente gozan de los mejores criterios de conservación y cuidado. Si usted es curioso e inquieto caminante de los quioscos de libros y revistas viejas del centro de la ciudad, como de los elevados de la avenida Fuerzas Armadas y Andrés Bello, allí aún puede encontrar ejemplares sueltos de El Cojo, aunque sean facsimilares, cómprelos, guárdelos y disfrútelos...!!! LEYENDAS FOTOGRÁFICAS: Manrique Baralt J.M Chirinos Henrique Avril







4. LAS PRIMERAS FOTOGRAFIAS INDIGENAS EN LA VENEZUELA DEL SIGLO XIX

Ponencia en el I Encuentro de Historia de la Fotografía Latinoamericana. Rio de Janeiro, 1997 Antecedentes En Venezuela, el Estado Zulia siempre ha llevado la bandera en sus aportes novedosos al desarrollo de la fotografía venezolana. Cuando el invento del primer soporte de una imagen, el daguerrotipo, cumplía sus primeros 50 años, los zulianos se adelantaron a los caraqueños y publicaron, en la edición de marzo de 1889 de EL ZULIA ILUSTRADO, cuyo primer número había aparecido en diciembre de 1888, editado por E. López Rivas, en su cuarta edición aparecerían las primeras fotografías reproducidas en la prensa y que aún marcan el hito del inicio de lo que puede llamarse el fotoperiodismo venezolano (1). 


 La “noticia”, ya muy conocida en los anales de la historia del periodismo se refería al registro de una operación quirúrgica realizada en el Hospital de la Chiquinquirá, por el galeno marabino Alcibíades Flores en 1887, y él mismo retrataría al paciente –un goajiro de nombre León Herrera- antes y después de la operación. (2)

 Unos meses más tarde se publicaba, también en Maracaibo, una revista semanal, bajo el nombre de LA FOTOGRAFIA en agosto de 1889, de cuya publicación muy lamentablemente se conoce sólo el séptimo ejemplar y cuyo contenido, muy alejado del nuevo arte se identificaba como “periódico ocasional –satírico-orgulloso-caricaturesco” y asumía la novedosa técnica fotográfica para descubrir el verdadero carácter de las personas. (3)













 Valga entonces, hacer la referencia dentro de nuestro anecdotario fotográfico de la actitud asumida por el diario caraqueño “El Venezolano” editado por el polémico y acérrimo liberal Antonio Leocadio Guzmán, cuando en 1841 -apenas un año y medio de conocerse el invento- informaba también de los primeros pasos del daguerrotipo para describirlo y compararlo con los políticos: “daremos a conocer su verdadera imagen. Desentrañaremos sus secretos; y justos les concederemos lo que tienen de bueno y revelaremos sus defectos”. (4)
 Pero dentro de esta sátira vale la pena citar una de las más bellas metáforas que se le darán a la descripción del recién inventado y llegado daguerrotipo: ES LA LUZ DEL SOL LA QUE HIRIENDO AL CUERPO, LO REFLEJA TAL CUAL ES, EN LA PLANCHA PREPARADA. Es indudable que los primeros registros fotográficos de indígenas realizados en Venezuela tienen que haber correspondido al primer fotógrafo norteamericano que nos visitará en 1843 en Angostura, hoy Ciudad Bolívar, Charles Deforest Fedricks (1823-1894) quien venía a encontrarse con un hermano que comerciaba en San Fernando de Apure con pieles y plumás de garza. Fredricks estará por varios meses en la zona y continuará su aventura daguerreana por el Orinoco, Río Negro y Amazonas para adentrarse en el Brasil donde en cada puerto cambiaba fotografías por caballos. Lamentablemente así también su obra se fue perdiendo en su incansable aventura durante más de nueve años en América Latina donde, además de múltiples tarjetas de visita tomadas en más de cincuenta años de actividad, entre las que hizo una de nuestro general José Antonio Páez, cuando éste estaba exiliado en la Nueva York de 1865, sólo quedan las imágenes urbanas de La Habana, Montevideo y Buenos Aires. (5) 



 ¿ Los primeros retratos ? 

 Volviendo al aporte zuliano y lo que nos atañe, un sello de octubre de 1888 detrás de unos retratos de indios goajiros hechos en muy formal y adornado estudio, nos enfrenta a la posibilidad de que sean las primeras fotografías hechas artísticamente y por un fotógrafo muy bien aficionado: Eugene H. Plumacher, antropólogo y para bien de los primeros cónsules de los Estados Unidos en Maracaibo (6)

 Valga resaltar que además del novedoso tema, fue una sorpresa encontrarse, entre estas imágenes, con un retrato en estudio del “chief Casimiro”, una albumina pegada en soporte de cartón tamaño 30x22 centímetros. Considerando que para la fecha aún no existían ampliadoras, es una pieza extraordinaria que denota el sofisticado equipo que poseía el autor. Estas magníficas e inéditas fotografías, conservadas en muy buenas condiciones, se han localizado en el Archivo Nacional de Antropología del Museo de Historia Natural de la Institución Smithsoniana de la ciudad de Washington en los Estados Unidos y además de los retratos de estudio, cartas de gabinete, encontramos siete albuminas de escenas campestres de los indios goajiros cercanos a Sinamaica, por cuya identificación en manuscrito, corresponden al mismo Plumacher… (7) 

 De estas imágenes reconocimos particularmente una, de un par de indios, uno a pie al lado de otro montado a caballo en frente de su choza. Era una fotografía que habíamos visto en la exposición de ”El Retrato” curada por la crítico María Teresa Boulton (8) 

y según el catálogo atribuida a Henrique Avril en 1895, perteneciente a la colección del arquitecto Dirk Bornhorst, conjuntamente con otra de un grupo familiar en estudio de las pequeñas cartas de gabinete, encontradas en Washington. Este detalle nos sembró la angustia del investigador que ya sobrepasa la acuciosidad del detective en busca de la pista clave “del crimen” y la pesquisa estaba en un evidente circuito socio-político-diplomático. Eugene H. Plumacher quien firmaba la identificación de todo este grupo de fotografías, fechadas en 1888 fue el Cónsul –tal vez el primero- de los Estados Unidos en Maracaibo y Henrich Bornhorst para la misma época (9) 


 el primer Cónsul alemán en la misma ciudad, lo que hace muy obvio de que fueron amigos, dada la estrecha vinculación económica de alemanes y norteamericanos, antes de la primera guerra mundial, quienes compartían el financiamiento del comercio del café que provenía de los Andes y que se exportaba vía Maracaibo-Curazao a Nueva York y Hamburgo. De algo estamos seguros. Las primeras imágenes de goajiros son históricamente y con carácter científico, las citadas y reproducidas en el Zulia Ilustrado de marzo de 1889 –tomadas en 1887- y estos retratos y escenas campestres de Plumacher de 1888 son las primeras realizadas –hasta ahora- antropológicas y artísticas, por lo que representan un indudable documento dentro del grueso de la historia de la fotografía venezolana. Otro de los aportes zulianos de obligatoria cita, a vuelo de pájaro histórico concernientes al desarrollo fotográfico, fue la actividad inicial del primer daguerrotipista marabino e historiador Juan Antonio Lossada Peñeres, descubierto por un acucioso equipo de periodistas de la región, que le han aportado a la cultura visual venezolana una de las tesis más documentada sobre el cine y la fotografía (10). 

 Así también no pueden olvidarse a los hermanos Manuel y Guillermo Trujillo Durán, fotógrafos y cineastas, los verdaderos pioneros en esta actividad en el Zulia entre 1895 y 1915. Otro Aporte fotográfico Dentro de las fotografías encontradas en el Archivo de la Smithsonian también localizamos un grupo de más de ochenta imágenes –albuminas todas ellas- perfectamente identificadas en inglés que datan de 1891 y 1892 y corresponden a Richard M. Bartlemann del que supimos fue un funcionario de la Embajada de los Estados Unidos en Venezuela, cuando el Ministro Plenipotenciario de ese país era William Lindsay Scruggs (11) .

 Hacemos la referencia porque dentro del grupo de fotografías de Bartlemann también encontramos una de un grupo de indígenas de Barcelona (Anzoátegui) en su ambiente natural que también forman parte de esta “curiosidad”. Más aún. El tema se va haciendo apasionante. El constante colaborador de EL Cojo Ilustrado (1892-1915) y por ello el “primer reportero gráfico venezolano” de origen francés, Henrique Avril (1886-1950) también aportará varias imágenes a la iconografía indígena regional. Correspondían a los indios guayaneses tomadas al “aire libre” escenificadas teatralmente y teniendo como marco su desamparado hábitat. (12)

 En nuestro interés por comparar, similitudes y diferencias con la fotografía latinoamericana de mediados y finales del siglo XIX, dentro de un contexto latinoamericano fue una actitud muy europea y norteamericana, indudablemente interesados por el registro de nuestros indios, tanto por parte de los exploradores y científicos que nos visitaron, buscando las culturas mayas, toltecas e incas, otros por la posible riqueza de “el dorado”, muy promocionada por el sabio alemán Humboldt a partir de 1800 y tal vez por el interés de los norteños por comparar sus siux y pieles rojas con nuestros desnudos y mitológicos aborígenes que tanto ilustraron los planos cartográficos antes y después de la llegada de Cristóbal Colón. A nivel latinoamericano son muy evidentes los esfuerzos de fotógrafos reconocidos como Benito Panunzzi en las pampas argentinas y Marc Ferrez en Brasil, que coinciden con el aporte venezolano registrado hoy día influenciados por los primeros intentos muy serios del registro etnio del “noble salvajismo” del desconocido Al Frisch en su viaje a Bolivia y al Amazonas entre 1863 y 1865 así como el trabajo de Cándido Mariano Rondón, en el Ecuador de 1890. (13)

 Es también obligatorio citar tal vez la primera de las exploraciones germanas que se ocupa de la cultura indígena de nuestra América, como lo fue la de Alfonso Stubel y William Reiss, geólogos alemanes que buscaron entre 1868 y 1876 las zonas volcánicas sudamericanas y en el largo trayecto y prolongada visita fueron adquiriendo junto a piezas, tapices y armás, fotografías que iban localizando en los estudios reconocidos y establecidos y que reunieron junto a paisajes, flora, arquitectura, también los más representativos grupos indígenas. Este interés de activos fotógrafos se aunará también a las citadas exploraciones hacia la riqueza minera y exotismo de nuestra flora y fauna, como lo fue el caso del etnólogo checoslovaco Vraz en 1895, así como lo hicieron los franceses, ingleses, alemanes y norteamericanos en otras ocasiones. (15) 

El aporte de Extracámara La revista especializada en fotografía, gran orgullo para los venezolanos a nivel hispanoamericano, EXTRACAMARA, dedicó su segunda entrega en 1995 al tema Amazonia, donde se reproducen las imágenes citadas de la colección Bornhorst y una tarjeta de visita, aún anónima, propiedad del fotógrafo y coleccionista Sandro Oramás, por cierto una de las piezas más originales y valiosas, atribuida al fotógrafo Próspero Rey, que encontramos por primera vez en la edición de EL Cojo Ilustrado, correspondiente a 1894 (16). 

Valga la pena recalcar que esta publicación que en sus 23 años de existencia ininterrumpida, alcanzó a 526 entregas, es el mejor y mayor reservorio documental de la fotografía venezolana, europea y latinoamericana del siglo pasado y de la primera década del presente. Es también satisfactorio que el tema tratado por Extracámara ha sido de interés para los brasileños al editar una traducción de la misma que ha sido presentada en este primer seminario. En la primera edición de El Cojo Ilustrado en 1892 aparecía una fotografía de los indios de Maturín, tomada por el hijo del extraordinario fotógrafo de origen alemán, Federico Carlos Lessmann Heibner (1855-1925). De este, también tenemos una imagen muy curiosa y original, encontrada en un álbum familiar de los Lessmann-Cuberos, de un grupo de 29, muy acomodados y algo ya trajeados civilizadamente, en cuatro filas, en un estudio fotográfico. Otra referencia, dentro del contexto más universal es una exposición realizada recientemente en el Museo Nacional de las Artes y Tradiciones Populares de París (1993), de los indios amerindios de Kaliña, en Guayana, tomadas en marzo de 1892 bajo el criterio de exhibición etnográfica y considerada como una muestra trágica por lo que representaban los treinta retratos de una familia enferma que había sido ocultada, deformada y desvalorizada por los blancos. ¿No sería la cercanía a los cuatrocientos años del descubrimiento de América, en 1892 los que despertaron este universal interés por nuestros aborígenes…? Cuando la fotografía era una ceremonia Valga la pena hacer un paréntesis, para citar ciertas observaciones hacia la interpretación contemporánea de la fotografía indígena o en el caso estudiado visualidad goajira, más estrechamente ligada a nuestro planteamiento. Así como la Academia de Artes y Ciencias Francesa regaló al mundo el invento de Daguerre, en 1839, por considerarlo de importancia fundamental para el mejor conocimiento de las ciencias y las artes, desencadenó una serie de excursiones daguerreanas para registrar las siete maravillas del mundo y las obras arquitectónicas, naturales y artísticas, tesoro de la humanidad, así también recordamos que además del atractivo que podría significar para la cultura del “viejo” continente, conocer el rostro de los indígenas, a la par del negro y mestizo, de la Nueva América por un lado y por el otro, la curiosidad científica antropológica, se plantea también que el acto y registro fotográfico era una forma de dominar al indígena para prepararlo a ser colonizados por los blancos (17) 

con la posibilidad de crear un nuevo y civilizado indígena. Es un tema a discutir. Tomando el planteamiento de Christian Maurel muy apropiado para el tema en cuestión, alude que la mayoría de los fotógrafos de lo que él llama “exotismo colonial” fueron o eran anónimos, tal vez por su condición de aventureros y por ello “no dejaron sus nombres ni sus retratos, sin embargo sus modelos permanecen en pose, superando más de cuatro generaciones. Para ellos la cámara fotográfica es el colmo del exotismo, logrando hacer lo que ningún brujo había realizado: hacerles una imagen y darles una identificación. Les fabrica su primer documento de identidad “(18) Más crudamente, Maurel aludirá que la fotografía indígena es el primer acto de asesinato público de una tribu ya que vamos a poner en peligro su alma y se va a modificar su vida profundamente. El arte está destinado a preservar lo que la economía va a desaparecer. De una forma u otra –comentamos- se plantea la misma actitud que asumían los retratos daguerreanos de la gente humilde y sentían la “venta” de su alma y despojados de una parte de su ser, así como también los aristócratas se sentían perennes y pasaban a la posteridad. Conclusión Si el fin del 1900 tiene una característica estética, es la insistencia de transformar el mundo y no representarlo y el fotógrafo, en este sentido fue quien dió la pauta ante su insistencia por reproducir, por congelar, por representar la naturaleza, por copiar o calcar el original, la realidad y por ello, la transforma. En la fotografía del indígena se establece un ritual, cierto mimetismo entre autor y modelo, ambos hacen la escena. Se establece una mutua admiración. El indio ingenuo, espontáneo es “conquistado”. Sacado de su ambiente campestre y natural, convencido para enriquecerlo en la reproducción de su otra imagen. El indio posa y se deja maquillar por el blanco, se disfraza de sus propios adornos y reproduce su entorno. Estas imágenes localizadas que ofrecen los primeros retratos de estudio, así como las primeras escenas campestres de nuestras tribus goajiros en 1888, conforman un reportaje representativo y documental de la curiosidad y penetración del hombre blanco ante la cultura del Nuevo Continente. Para el desarrollo fotográfico del país, significan un hito y conforman el capítulo de lo que puede muy bien identificarse como la fotografía indígena venezolana. Como se muestra en esta representación del valor virtual de una imagen indigenista habría también, en su momento apropiado, distinguir las características similares y diferentes de la actitud y manipulación –intereses económicos y estéticos- de los fotógrafos nacionales y extranjeros, distinguiéndolos del claro interés comercial, turístico, curiosidad científica o simple apoyo ilustrativo. Hemos intentado integrarlas dentro de un contexto histórico y comparativo con lo que podía suceder en el resto de América Latina donde el final de siglo inicia el interés hacia los aborígenes indoamericanos que a partir del siglo XV ya habían llamado la atención del viejo mundo. Notas El Zulia Ilustrado, marzo de 1889 El Nacional, agosto de 1989 Idem “El Venezolano”, Caracas, 1841 Pedro Vásquez Gabriel Cardozo y Dirk Bornhorst Guide National Anthropological Archives, Washington DC, 1992 El Retrato, Galería de Arte Nacional.1994 Kurt Nagel Sandoval, González y Lozada Myers El Cojo Ilustrado Stubel Collecttion Extracámara Estanko Vraz El Cojo Ilustrado, 1894 Christian Maurel en Extracámara Ibidem